El zapatero
remendón
Un zapatero se pasaba el día entero
cantando. Era maravilloso verle trabajar mientras entonaba sus canciones.
En cambio, su vecino, un financiero
cargado de oro, jamás encontraba un momento para cantar.
Un día, el financiero, asombrado
por el constante buen humor de su vecino, le hizo venir a su casa:
- Bien
Gregorio, ¿cuánto gana usted?
- A
veces más y a veces menos; lo malo es que hay días en que es forzoso no
trabajar. Las fiestas nos arruinan, pero el señor cura siempre está diciendo lo
mismo.
- Mire,
Gregorio. Tenga estos cien ducados y guárdelos para un caso de necesidad.
Muy contento llegó a su casa y
buscó un lugar seguro para su tesoro.
Decidió enterrarlo en el sótano.
Pero lo que no sabía el pobre remendón era que al enterrar su dinero había
enterrado también su alegría.
Ya no se oía cantar al zapatero; su trabajo le rendía menos, pues estaba muerto de sueño, ya que se pasaba las noches pensando en su dinero. Los vecinos se preguntaban asombrados a dónde habían ido a parar sus canciones.
Un día se levantó, cogió la bolsa y se fue a casa del financiero.- Señor -le dijo -, le estoy muy agradecido por el favor que quiso hacerme, pero prefiero que me devuelva mis canciones y mi sueño tranquilo, y quédese con sus cien ducados de oro.
Al día siguiente volvió a oírse cantar al buen zapatero.
Al día siguiente volvió a oírse cantar al buen zapatero.